Entrevista de Francisco
Correal en Diario de Sevilla
| Actualizado 05.05.2008 - 05:03
Este libro está bien aparcado
"Como con el libro no nos vamos a hacer ricos, llevaremos un ejemplar en la guantera para que al menos nos libre de algunas multas". La multa y el periodismo son dos maneras distintas de escribir, ambas obsesionadas con el detalle. Hay dos periodistas que han querido sacar a los policías locales del cliché de la multa. Jorge Muñoz (Écija, 1970) y Fernando Pérez Ávila (Sevilla, 1980), redactores de Diario de Sevilla, confían en que otros ciudadanos les imiten y metan en la guantera de su coche Poli de patrulla (Almuzara), un libro que mañana presentan en el Alcázar.
La pareja es un fenómeno más policial que periodístico, pero Jorge y Fernando han elegido la fórmula del tándem para hacer su particular patrulla. Todo nació en una informal comida navideña en el Círculo Mercantil en la que participaron estos reporteros con un grupo de amigos policías. Éstos empezaron a contar anécdotas y uno de ellos insinuó que había muchos lectores que se estaban perdiendo un buen libro. "Yo no le di importancia, pero Jorge se lo tomó en serio", dice Pérez Ávila, un sabueso del periodismo menos grato, en el que trata habitualmente con los protagonistas de este libro. Su vocación nació con Carrusel Deportivo, mientras que su compañero, ducho en tribunales y ya curtido en el oficio de publicar libros, le debe la génesis del oficio a Lou Grant.
Se pusieron manos a la obra y les ha salido un Decamerón de sucedidos que hace un curioso viaje muy literario: desde un universo donde habitan el delito, el cohecho, la amenaza, a veces la muerte, aterrizan en un texto que se adentra en el humorismo. Los policías retratados en este libro van a encontrar más de un motivo para no multar a sus retratistas. Un oficio que desde los grises al cliché de canción-protesta de Sabina, Mucha-mucha-policía, no gozaba de muy buena prensa. "La palabra policía daba un poco de grima", dice Muñoz, "además los policías locales siempre han sido vistos como una especie de sheriffs puestos por el Ayuntamiento para multar a los ciudadanos".
Un tópico que generó una impopularidad añadida que eclipsa el compromiso cotidiano de estos servidores del orden que han asistido a partos, fueron a Galicia a recoger chapapote e incluso, con su condescendencia punitiva, evitaron más de una ruptura matrimonial, caso del agente que perdonó la multa a una conductora sorprendida en otra ciudad que no era la suya en compañía de una persona que no era su marido.
Dos minutos y 37 segundos. Es el tiempo que invirtió la Policía Local de Sevilla en un traslado de órganos entre el hospital Virgen del Rocío y el Macarena. "Un patrullero delante, la ambulancia y dos motoristas que literalmente se jugaron la vida yendo a 200 kilómetros por hora por Torneo. Esas cosas la gente no las valora", apunta Jorge.
Policías y periodistas. Dos maneras de investigar. "Nosotros nos quedamos con lo superficial", admite Pérez Ávila. "Si informas de la detención de un grupo de narcotraficantes a los que cogieron con 700 gramos, se queda en un breve. Si cuentas que la droga iba en cajas de fruta, lo que para ti es un titular, para la policía no es sino una anécdota". "Y detrás de esos 700 gramos", añade Muñoz, "a veces hay una investigación de de meses, incluso de años".
El gitano sin carné que adujo que iba al hospital a ver a un familiar enfermo para añadir que iba al cementerio porque de malo que estaba ya se habría muerto; el marido que denunció a una pareja de policías por mirarle el trasero a su esposa; el hombre que dejó el coche aparcado en plena acera y salió de la peluquería con media cabeza afeitada diciendo que sólo había entrado para pedir número; la señora que demandó la mediación policial para que le descambiaran un consolador en unos grandes almacenes...
"Está cogiendo auge la novela negra, tanto buena como mala, donde siempre hay policías", dice Pérez Ávila, "nuestra pretensión no es otra que buscar la sonrisa del lector ante estos héroes cotidianos". "En el trabajo la relación con la Policía es por hechos dramáticos: crímenes, tiroteos, accidentes de tráfico, incendios".
La pareja es un fenómeno más policial que periodístico, pero Jorge y Fernando han elegido la fórmula del tándem para hacer su particular patrulla. Todo nació en una informal comida navideña en el Círculo Mercantil en la que participaron estos reporteros con un grupo de amigos policías. Éstos empezaron a contar anécdotas y uno de ellos insinuó que había muchos lectores que se estaban perdiendo un buen libro. "Yo no le di importancia, pero Jorge se lo tomó en serio", dice Pérez Ávila, un sabueso del periodismo menos grato, en el que trata habitualmente con los protagonistas de este libro. Su vocación nació con Carrusel Deportivo, mientras que su compañero, ducho en tribunales y ya curtido en el oficio de publicar libros, le debe la génesis del oficio a Lou Grant.
Se pusieron manos a la obra y les ha salido un Decamerón de sucedidos que hace un curioso viaje muy literario: desde un universo donde habitan el delito, el cohecho, la amenaza, a veces la muerte, aterrizan en un texto que se adentra en el humorismo. Los policías retratados en este libro van a encontrar más de un motivo para no multar a sus retratistas. Un oficio que desde los grises al cliché de canción-protesta de Sabina, Mucha-mucha-policía, no gozaba de muy buena prensa. "La palabra policía daba un poco de grima", dice Muñoz, "además los policías locales siempre han sido vistos como una especie de sheriffs puestos por el Ayuntamiento para multar a los ciudadanos".
Un tópico que generó una impopularidad añadida que eclipsa el compromiso cotidiano de estos servidores del orden que han asistido a partos, fueron a Galicia a recoger chapapote e incluso, con su condescendencia punitiva, evitaron más de una ruptura matrimonial, caso del agente que perdonó la multa a una conductora sorprendida en otra ciudad que no era la suya en compañía de una persona que no era su marido.
Dos minutos y 37 segundos. Es el tiempo que invirtió la Policía Local de Sevilla en un traslado de órganos entre el hospital Virgen del Rocío y el Macarena. "Un patrullero delante, la ambulancia y dos motoristas que literalmente se jugaron la vida yendo a 200 kilómetros por hora por Torneo. Esas cosas la gente no las valora", apunta Jorge.
Policías y periodistas. Dos maneras de investigar. "Nosotros nos quedamos con lo superficial", admite Pérez Ávila. "Si informas de la detención de un grupo de narcotraficantes a los que cogieron con 700 gramos, se queda en un breve. Si cuentas que la droga iba en cajas de fruta, lo que para ti es un titular, para la policía no es sino una anécdota". "Y detrás de esos 700 gramos", añade Muñoz, "a veces hay una investigación de de meses, incluso de años".
El gitano sin carné que adujo que iba al hospital a ver a un familiar enfermo para añadir que iba al cementerio porque de malo que estaba ya se habría muerto; el marido que denunció a una pareja de policías por mirarle el trasero a su esposa; el hombre que dejó el coche aparcado en plena acera y salió de la peluquería con media cabeza afeitada diciendo que sólo había entrado para pedir número; la señora que demandó la mediación policial para que le descambiaran un consolador en unos grandes almacenes...
"Está cogiendo auge la novela negra, tanto buena como mala, donde siempre hay policías", dice Pérez Ávila, "nuestra pretensión no es otra que buscar la sonrisa del lector ante estos héroes cotidianos". "En el trabajo la relación con la Policía es por hechos dramáticos: crímenes, tiroteos, accidentes de tráfico, incendios".
1 comentario:
Enhorabuena!!! Estoy deseando ver a Fernando en Buenafuente.
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